(Des)ciudadanización, algoritmos y aislamiento social

Cuando los algoritmos van al cine. 

¿Con quién se comunica el público de cine cuando manda, desde la sala de exhibición, una selfie o comentarios a sus contactos usando las  redes socio digitales? Si desde los años 90 los estudios socioantropológicos describían en las prácticas comunicacionales globales los cruces y desbordamientos de los campos sociales, hoy día observamos con preocupación la interoperatividad de sistemas informacionales opacos y redes algorítmicas que incluso en su afán por predecir y orientar comportamientos de usuarios, participan de la exacerbación de sesgos y crisis políticas en que las ciudadanías se ven erosionadas. 

El ordenamiento viral de las conexiones y tendencias en los consumos culturales condicionan las formas de producción, distribución y exhibición del cine, al tiempo que la creciente disponibilidad de hardware y software para generar y producir imágenes, facilita nuevas formas de participación ciudadana en dichas redes y la generación , también, de nuevas mejoras en la industria cultural.

En este diálogo con Néstor García Canclini conversaremos sobre las pistas que despliega su libro más reciente -Ciudadanos remplazados por algoritmos- sobre las formas en que la convergencia de campos y tecnologías recompone nuestro entendimiento del audiovisual y los consumos vinculados con el cine.

Resumen de la conferencia: (Des)ciudadanización, algoritmos y aislamiento social

En el marco del seminario El Público del Futuro FICUNAM, la investigadora Paula Astorga dio la bienvenida a una conversación especial entre el Dr. André Dorcé y el reconocido antropólogo y ensayista Néstor García Canclini. Bajo el título Ciudadanos reemplazados por algoritmos, la charla exploró la transformación de los públicos cinematográficos en un contexto marcado por la pandemia, la digitalización y la creciente influencia de las plataformas de streaming.

García Canclini inició su intervención con una reflexión contundente: en solo un año, la relación entre espectadores, salas de cine y pantallas domésticas cambió más que en las tres décadas anteriores. El cierre masivo de salas, la reapertura con aforos reducidos y el auge de plataformas como Netflix y Disney+ reconfiguraron no solo los hábitos de consumo, sino también el sentido mismo de lo público. ¿Contribuye el cine en espacios colectivos a formar ciudadanos? ¿O el aislamiento en pantallas individuales disuelve ese vínculo?

A través de un recorrido histórico, Canclini recordó cómo el Tratado de Libre Comercio de 1994 influyó en la cultura mexicana, simbolizado en la exposición México: treinta siglos de esplendor, que promovía una imagen estática del país mientras el público —blanco y ajeno— miraba hacia otro lado. Esa metáfora visual anticipaba una desconexión que hoy se ha agudizado.

La pandemia, señaló, aceleró una mutación que ya venía gestándose: el paso de una gubernamentalidad estadística, basada en encuestas y planificación, a una gubernamentalidad algorítmica, donde corporaciones como Google, Amazon y Facebook recopilan y utilizan nuestros datos íntimos para orientar consumo y comportamiento. Sin embargo, advirtió que los algoritmos, aunque poderosos, no pueden preverlo todo. Frente a ellos, surgen resistencias: movimientos feministas, redes comunitarias y plataformas alternativas como Telegram.

Canclini citó dos experiencias opuestas pero complementarias del acto de ver cine: la de Italo Calvino, quien encontraba placer en la soledad y el azar de las salas semi vacías, y la de John Berger, para quien el cine era un viaje compartido, un ritual de encuentro. Esa tensión entre lo individual y lo colectivo, entre lo presencial y lo virtual, define el presente de los espectadores.

Frente a la crisis, propuso repensar las políticas culturales más allá de la dicotomía entre cine comercial y de arte. Habló de la necesidad de descentralizar la exhibición, llevar el cine a parques, bibliotecas y espacios abiertos, y apoyar iniciativas ciudadanas como cineclubes y proyecciones comunitarias. “Falta imaginación, no solo presupuesto”, afirmó, criticando la lentitud de las instituciones para adaptarse.

André Dorcé, por su parte, enfatizó la importancia de no perder la capacidad de asombro ni la mirada crítica ante lo inesperado. Coincidió en que los rituales de consumo cultural —desde los tianguis hasta las plataformas digitales— son espacios donde se construye ciudadanía, y llamó a tender puentes entre industria, universidad y Estado para investigar y comprender a los públicos en toda su complejidad.

Conclusión final:

La conversación cerró con una provocación: “Los algoritmos van al cine”, pero no entienden lo que allí sucede. Pueden medir pulsaciones o risas, pero no interpretan el deseo, el ritual ni la transgresión. En un mundo cada vez más gobernado por datos, la tarea urgente es reclaimar nuestra condición de sujetos: capaces de elegir, de encontrarnos, de imaginar. El futuro del cine —y de sus públicos— dependerá de nuestra capacidad para tejer, entre pantallas y butacas, entre lo virtual y lo presencial, una experiencia cultural ampliada, crítica y profundamente humana.