Cinema Tropical. XX años de persistencia

18 de marzo 2021 12:00pm Virtual

Participan Carlos Gutiérrez director ejecutivo de Cinema Tropical y la programadora María Campaña.

En esta conversación conoceremos el proyecto de Cinema Tropical, organización que este 2021 celebra dos décadas de vida. Con sede en la ciudad de Nueva York, Cinema Tropical ha sido la principal promotora de cine latinoamericano en los Estados Unidos. Creada en el 2001 con la misión de distribuir, programar y promocionar lo que se convertiría en el boom más grande del cine latinoamericano en décadas, Cinema Tropical se ha convertido en una dinámica y pionera organización sin fines de lucro que está experimentando en la creación de más y mejores estrategias de distribución y exhibición para el cine extranjero en los Estados Unidos. 

Crónica de la presentación: Cinema Tropical. XX años de persistencia

La conversación comenzó con la calidez de un reencuentro. Desde alguna parte del ciberespacio, Isabel y Paula daban la bienvenida a María Campaña y a Carlos Gutiérrez, el fundador de Cinema Tropical, para celebrar dos décadas de una “anomalía feliz” en el paisaje cinematográfico.

Carlos, con la voz serena de quien ha visto pasar cientos de películas, recordó los humildes inicios en 2001. Un domingo por la tarde, él y Mónica Wagenberg tocaron la puerta de un cine recién inaugurado cerca de su oficina. "¿Nos dejan programar cine latinoamericano?", preguntaron con una mezcla de ingenuidad y determinación. La primera función fue Silvia de Martín Rejtman. La sala se llenó –"con amigos, pero se llenó"– y así, cada martes, nació un proyecto que se convertiría en el principal difusor del cine latinoamericano en Estados Unidos.

La charla, un híbrido de memoria y análisis, trazó un mapa de esos años fundacionales. No fue casualidad. El nuevo milenio traía consigo un terremoto creativo: mientras Cinema Tropical daba sus primeros pasos, en festivales internacionales estallaban La Ciénaga de Lucrecia Martel, 25 Watts y Amores Perros. Era la ebullición de un nuevo cine latinoamericano que clamaba por ser visto.

María, desde su experiencia como programadora, guió la conversación hacia los mecanismos que han sostenido este milagro. Carlos lo explicó con claridad: la clave ha sido no casarse con un solo formato. De un cineclub pasaron a ser distribuidores de facto de películas que nadie más traía, y luego a gestores de campañas de prensa. "Si nos hubiéramos guiado por lo que todo el mundo nos recomendaba, no estaríamos aquí", confesó. En un ecosistema lleno de intermediarios, Cinema Tropical optó por ser un facilitador, un espacio de resistencia donde la agenda la ponen las películas y los cineastas.

Los Premios Cinema Tropical, que nacieron casi una década después, en 2011, se revelaron como otra astucia para la supervivencia. Carlos los defendió no como un fin, sino como una herramienta imperfecta pero necesaria en un mundo que exige validación. "En un mundo perfecto no habría premios", admitió, pero relató con orgullo cómo el galardón a La Casa Lobo de los chilenos Cristóbal León y Joaquín Cociña convenció a un distribuidor para estrenarla comercialmente en EE.UU., dándole una visibilidad inédita.

La crónica de esta charla no podía eludir las tensiones identitarias. ¿Es cine latinoamericano el hecho por un mexicano en Nueva York? ¿Dónde trazar la línea? Carlos fue contundente: "Ahora somos de aquí y de allá". Abogó por derribar fronteras mentales y celebrar la obra de cineastas como Natalia Almada o Lourdes Portillo, cuya mirada híbrida enriquece la panorámica. El nombre "Cinema Tropical", reveló, fue en parte una ironía: "Para los gringos, todos somos tropicales".

Al adentrarse en el presente, la conversación se tiñó de advertencias y esperanza. Carlos alertó sobre la "gran crisis de curaduría" en los festivales internacionales y la necesidad urgente de archivar el cine de las últimas dos décadas antes de que se pierda en el agujero negro digital. Frente al desmantelamiento de instituciones culturales, propuso una resistencia basada en lo micro: "Lo micro puede ser más potente que lo macro... hay que crear espacios neutros donde la presión económica no contamine las prioridades".

Al despedirse, con la promesa de un abrazo pendiente y la programación aniversario en el horizonte, la sensación que quedó flotando en el aire digital fue la que resumió Isabel: celebrar también es resistir. La crónica de estos 20 años no es solo la de una organización, sino la de un puente vital, tendido con terquedad y cariño, que ha permitido que el cine latinoamericano no solo se vea, sino que se sienta como propio en el corazón de Nueva York.