El proyector es un arma capaz de disparar 24 (o quizás 12) fotogramas por segundo
Prácticas de exhibición en el Tercer Cine.
Clase magistral por Víctor Guimarães | Crítico de cine, programador y profesor

03 jun 2025, 11:00 a.m. Cine Tonalá Roma Sur

“La cámara es la inagotable expropiadora de imágenes-municiones, el proyector es un arma capaz de disparar 24 fotogramas por segundo”. La cita proviene de Hacia un Tercer Cine, el célebre manifiesto de Solanas y Getino (1969). Durante varias décadas, la metáfora de la cámara como un arma ha dado la vuelta al mundo, encapsulando una idea del cine como intervención directa en la realidad. ¿Pero qué pasa con el proyector? Aunque se le haya prestado muy poca atención hasta el momento, para el Tercer Cine, la ruptura con los procesos normales de producción cinematográfica es indisociable de la transformación radical de las prácticas de exhibición.

El manifiesto propone abandonar la disputa infructífera en las salas comerciales y no insistir demasiado en los circuitos alternativos burgueses de los festivales y cineclubes. Se trata de abrir a machetazos un tercer sendero: ir hacia donde el cine pueda encender una chispa en la realidad. Y, con esto, transfigurar la experiencia de la exhibición: con las latas de 16mm y los proyectores portátiles en los hombros, ir hacia los espacios marginales, los sindicatos, las universidades, los barrios populares; proyectar los rollos fuera de orden según la necesidad; interrumpir la función para abrigar la conversación; transformar la obra en proceso vivo y la exhibición en acto político. 

El cine-acto propuesto por Solanas y Getino ya se hacía en otras partes de Latinoamérica en fines de los años 1960, y se seguirá haciendo en los años siguientes. Mario Handler y sus compañeros de la Cinemateca del Tercer Mundo en Uruguay tratan de adulterar los motores de las cámaras y bajar la velocidad de los proyectores a 12 cuadros por segundo, para pagar “a Kodak la mitad, y al laboratorio la mitad”. Si la industria desarrollada nos vende “no sólo un lenguaje, sino todo un material”, hay que desmantelar la herramienta colonial para que sirva a otros fines. 

En Colombia, ¿Qué es la Democracia? de Carlos Álvarez inventa un circuito clandestino y llega a 100.000 espectadores sin pasar por una sola sala convencional, antes de que la copia sea secuestrada. En Bolivia, Jorge Sanjinés y el Grupo Ukamau se dan cuenta de que sus películas no son capaces de hablar con las mismas comunidades andinas que ellos buscan retratar, y deciden cambiar radicalmente su método después de las proyecciones en las áreas rurales. El Grupo Cine de la Base recorre las villas de Buenos Aires haciendo proyecciones y, después de un ataque a balazos que deja todo el material desperdigado, Raymundo Gleyzer amonesta: “¡El proyector no se abandona nunca!”. Por nuestra parte, intentamos seguir su consejo y no abandonar las historias de las proyecciones del Tercer Cine en Latinoamérica. 

Estas y muchas otras historias nos servirán de base para una conferencia que pregunta: ¿qué tienen todavía que enseñarnos las prácticas de exhibición del Tercer Cine? ¿Sería posible imaginar una teoría de la exhibición cinematográfica en Latinoamérica a partir de esas prácticas? ¿Cómo podemos reivindicar esa tradición en nuestras prácticas contemporáneas?